ME GUSTA COMER PIZZA CON UN CHINGO DE CEBOLLA

Viernes y sábado: retiro espíritual, organizado por mi escuelita católica y al que tengo que ir voluntariamenteahuevo. Experiencia que cambió mi vida radicalmente, ajá. Aprendí que es mentira eso de que las monjas son muy limpias (pinches sábanas miadas) y cocinan rico:
DÍA 1:
*comida: arroz con frijoles
*cena: molletes de pan duro, duro, durísimo. una embarrada de frijol y un estornudo de quesillo. Les dí una mordida y fui a robar galletas al cuarto de una compañera.
DÍA 2:
*desayuno: decente. Huevos a la mexicana con mucho frijol y un café tan aguado que parecía agua de calcetín
*comida: sólo me serví sopa de fideos, que era lo menos guácala. Agua de jamaica súper diluida.

Así que salí con un chingo de hambre y fuí a cenar con mis papás a un restaurante italiano en el que no habíamos estado. Se veía bonito el lugar, pero al sentarme sentí que la luz de cada mesa alumbraba muy poco pero lastimaba mucho. Mi mamá pidió un smoothie que era más bien un licuado. Mi hermano pidió una soda italiana que era un chorrito de mirinda con un chingo de agua mineral. Yo pedí un frappé que estaba muy aguado, pero tenía un hielo casi entero y mal molido. Mi papá pidió una cerveza, que pues fue la única bebida que cumplió con las expectativas.

Pero la pizza...ah,¡ la pizza! Deliciosa, hecha en horno de leña. Le puse un poquitito de salsa roja, y un chingo de cebolla marinada. Me encanta ponerle cebolla aunque después sienta que me apesta la boca ( mi hermana dice " es una de las ventajas de no tener novio"¬¬) y aunque a media noche tenga problemas de digestión o me tire muchos pedos. Pss ya qué. Sólo se que las bebidas fraudulentas se me olvidaron cuando comí mi pizza de champiñones con cebolla.